miércoles, 10 de septiembre de 2014

Digimon Z / Introducción - Cap.1/ Final

El tragicómico periplo de nuestros protagonistas pronto se verá trastornado por un acontecimiento que todos estaban esperando. O eso es lo que creo yo, supongo. En fin, cuando lo lean ya entenderán a que me refiero.

Escojan a su gusto el tamaño de la fuente para que sea más cómoda su lectura... ¡y a leer se ha dicho!

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El encuentro
Cap. 1 - Final

Cuerpo: 14 16 18
El paisano, dueño del terreno donde se encontraba el tajamar, miraba boquiabierto al colectivo que estaba recostado en la congelada laguna.
Poco a poco, los pasajeros, conductor, guarda y nuestros héroes salen del mismo antes de que se derritiera la delgada capa congelada.
Limón lanza otro par de lianas y ata firmemente al bus antes de que se hundiera en las aguas del profundo embalse.
El tío de Dreide mira extrañado al par de digimons.
Su sobrina se le acerca y le pregunta:

_ ¿Qué ocurre, tío Sam? ¿Estás lastimado?

_ No, no. Estoy bien, Misty. No te preocupes, no es nada.
Con ayuda de todos, menos la mitad que se encontraban tirados o desmayados, enderezaron al colectivo, y pronto todos estaba nuevamente dentro de él.
El chacarero seguía inmóvil mirando boquiabierto la escena desde su casa.

Luego de un par de kilómetros, retornaron a la ruta nº 12.
Dreide acariciaba cariñosamente al extasiado Limón, mientras que Kenyo no paraba de hacerle preguntas a su digicompinche.

_ ¿Cómo que la entrada al digimundo está en Jardín? Si ya casi estamos en Santa Ana.

_ Bueno, bueno. Habrá que volver, Kenyo. No te enojes con él.

_ Es que podríamos habernos ahorrado el viaje… en fin. Solo espero que el resto de los otros mutamers nos estén esperando – responde el muchacho con desazón.

_ No te preocupes Faroy. Seguro que nos estarán esperando, aunque… no sabemos cuántos son los nuevos digi-mutaescogidos o como fuere que se les deba llamar ahora – replica el anciano.

_ Eso, eso. Pero ¿y ese digimon que vimos en el camino? – pregunta Misty.
Su tío dirige su mirada a otro lugar, pero no se les escapa que algo no estaba del todo bien con él, por lo que Kenyo le pregunta:

_ Señor, usted sabe algo ¿no es cierto?

_ No. No sé nada más.
Pero su sobrina lo conocía mejor que nadie, y se percató de que no les estaba diciendo la verdad.

_ Tío, tío ¿no será que tú tienes algo que ver con todo esto?
Este baja la cabeza, sin decir una palabra.

_ ¡Tío Sam! De más sé que estabas trabajando en un proyecto secreto hace un par de años, y como eres el hijo de Genai Ottoyamaguchi, es muy probable que siguieras sus pasos ¿no es cierto? – le espeta Dreide con una mirada muy intimidatoria.
Cuando ella le miraba de esa manera, no había forma de poder quedarse callado.

_ ¡Vamos tío! Estoy segura de que eres el responsable de esto.

_ No. No es cierto. Bueno, en parte.

_ ¿Cómo que en parte? – pregunta Kenyo.

_ Pues, como verán, formaba parte de un equipo de científicos que estábamos estudiando una extraña cueva en las cercanías de un lugar llamado Bello Horizonte.

_ ¡¿En serio?! ¿No será por acaso la piedra hueca?

_ Así es, Kenyo.

_ ¡No! – dice efusivamente, para luego reírse por tal declaración – ¡Qué cosa!

_ Sí. Más que nada, nos percatamos de que ese lugar emitía fuertes ondas gama. Producto casi indiscutible de una variación en el campo electromagnético de la tierra. Era lo que hacía tantos años estábamos buscando.
Los dos jóvenes lo miran sin entender nada.

_ Está bien tío. “Algo” no estaba bien o “algo” había pasado. Pero bueno, mejor dejemos el relato para más tarde, que ya llegamos a la terminal – interrumpe Dreide.



Frantu estaba sentado junto a Crisel en un banco del hospital. Turbine se había quedado en el automóvil esperándoles junto con los digimons.
Una doctora acababa de salir de la sala de urgencias con una ensombrecida expresión en su rostro. Se dirigió hacia donde estaban ellos.

_ Lo siento mucho, pero…

_ ¡No! ¡No puede ser doctora! ¡¿Ella está bien?! – pregunta Frantu muy afligido.
La galena puso cara de no entender nada.

_ ¿Ah? Estoy hablando con este hombre, muchachos. La chica que ustedes trajeron solo estaba deshidratada por haberse excedido con el ejercicio, nada más. Ahora está aguardándoles en la sala de espera.

_ ¡¿En serio?! ¡Qué alivio, doctora! ¡Muchas gracias por todo! – y Frantu le estrecha la mano efusivamente a la confundida mujer.
El hombre junto a ellos estaba muy nervioso, por lo que los interrumpió con estas palabras:

_ ¿Y? Es varón ¿no es cierto, doctora? Mire que ya pinte su cuarto de azul y le compre el equipo completo de Boca Juniors.

_Me temo, señor Gonzales, que su mujer ha dado a luz no a una, sino a tres niñas.
El hombre cae sin sentido al suelo. Crisel y Frantu ayudan a la galena a trasladar el tieso cuerpo a la sala de emergencias.

Luego de firmar unos papeles, los tres jóvenes salen del hospital a toda prisa.

_ Me diste un gran susto, Febi.

_ No te preocupes… estem… ¿Cómo te llamabas?
Más que entristecido, el muchacho vuelve a repetirle su nombre.
Crisel mira extrañado a Frantu.

_ ¿Qué pasa hombre? Es como si todavía algo no estuviera bien con ella.
Silenciándole con el sifón del silencio, este le replica en voz baja:

_ Cállate. No digas nada, sí.
Entonces, ella les mira con curiosidad y les pregunta:

_ ¿Qué ocurre conmigo, muchachos?

_ Nada, nada – le responde Frantu algo avergonzado.

_ Jum. Espero que no me estén ocultando algo, eh.

_ No, no. No es nada Febi. No es… nada – y el grupo se acerca en silenció al antónimo de su estado actual.
Dentro del Viper, los cuatro digimons no paraban de discutir quien era el más fuerte de todos, mientras que Rougue seguía inmutable mascando el mismo chicle.

_ ¡Al fin! Ya era hora de que regresaran, muchachos. Según lo que me dijo Ledmon, vamos a tener un “pequeño” contratiempo antes de poder viajar al digimundo.

_ ¿Por qué lo dices, Turbine? – pregunta Crisel.

_ Pues, además de que Ledmon me dijo que sentía la presencia de un badmutamon…

_ Un ¡¿Qué?! – inquiere Crisel nuevamente.

_ Más adelante les explico. En fin, además de eso, es porque ahora mismo lo estoy viendo ahí delante, a unos doscientos metros, mientras destroza ese edificio – señala la muchacha en dirección a un supermercado de la zona.
Al ver tal acontecimiento, Febi se transforma haciendo que su cuerpo se estremeciera por la excitación. Su figura se veía interesante: vestía una blusa holgada de color crema, sobre la cual llevaba puesta una chaqueta-top de manga larga naranja. Usaba un par de pantalones color crema, que solo poseían un bolsillo en su lado derecho, con tirantes un tanto extraños (elastizados y cruzados por detrás, ambos reforzados con apliques plásticos de color naranja), y la boca de cada pierna, que era a media asta, tenía elásticos que se pasaban bajo la planta de cada pie. Calzaba un par de zapatillas-botas, también elastizadas y de un combinado entre negro y naranja. Y como no cabría de otra manera, llevaba un par de mitones negros en sus manos.
Su cabellera trigueña, que estaba atada en una larga trenza similar al estilo de Lara Croft, ondeaba al ritmo del viento. Su triangular rostro denotaba un fervor inexplicable, que solo era más incomprensible al ver sus negros ojos chispeantes, contrastantes en su blanca tez.

_ Tenemos que hacer algo gente. Es nuestro deber como mutamers – exclama Febi.

_ Sí tú lo dices – responde Rougue sarcásticamente.
Un obeso digimon, o mejor dicho, un “badmutamon”, estaba devorando todo lo que encontraba a su paso. Según Ledmon, esa horrenda criatura se llamaba Lipidmon.


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