martes, 26 de agosto de 2014

Las TMNT en el mundo Ninja - Cap. 2 / Final

Finalmente nuestro ecléctico grupo de protagonistas se deciden por hacer algo más que charlar... quiero decir, que la acción toma nuevos rumbos en la historia.
Pronto la trama debelará más de sus intrigantes misterios y Miguel Angel será rescatado. Eso espero.

Escojan a su gusto el tamaño de la fuente para que sea más cómoda su lectura... ¡y a leer se ha dicho!

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Cap. 2 - Final

Cuerpo: 14 16 18

Después de una rápida preparación, el mixto grupo de ninjas se dispone a salir dividiéndose en tres equipos. El primero constaba de Kashi, Ramen y Donatello, que iría hacia el frente de batalla. El segundo de Leonardo, Rafael y Tekura en procura de Miguel. Y el último permanecería en una caverna a media distancia entre los dos anteriores para trabajar como respaldo y/o grupo de comunicación.

_ ¿Quiénes conformarían ese último equipo, Leo?
Rafael se toma la cara al oír la pregunta del despistado enmascarado.

_ En serio ¿Quiénes serían?

_ ¿En serio, Casey?

_ ¡En serio! Quiero saber dónde iré yo.

_ A ver, a ver ¿Cuántos restan de los que no han sido nombrados?

_ Pues… si no me equivoco: O´Neil, el maestro Splinter y… jum ¿la rana Rinran-chan?

_ ¿Cuál rana?

_ ¡Oye! Es verdad ¿dónde se ha metido?

_ Era un mensajero, Casey. Ya se ha ido – dice Donatello.

_ Oh, qué pena. Me gustaba como daba sus saltitos.
Rafael oprime sus sais enojado, pero se contiene y da media vuelta para unirse a su grupo. Se saludan y salen raudos por sus caminos. Con una mirada de desdichada, Jones los observa hasta que se pierden de su vista.

_ Pero bueno. Al final Leo no me dijo donde iría yo.
Splinter suspira levemente mientras se encamina hacia la cueva que sería su puesto de guardia, siguiéndolo de cerca April que llevaba a rastras al confundido Casey.


En una mazmorra perdida quien sabe dónde, se oía un incesante chirrido estremecedor. Bajo la tenue luz de un par de candelas, un pergamino de considerable tamaño iba perdiendo poco a poco su cuerpo, absorbido por una extraña máquina desde donde provenían los extraños ruidos.
Al otro lado de esta, un personaje que vestía a la usanza de los monjes medievales, analizaba el papel continuo que surgía de allí. Emitía erráticamente sonidos de aprobación, desconcierto y locura. Este último en mayor medida.
La habitación presentaba toda clase de aparatos, envases y goteras, pues estaba construido con cuatro paredes de ladrillo teniendo como techo el de la caverna. El piso de adoquinados se encontraba impecable, a pesar la innumerable cantidad de líquidos que corrían por allí en los tubos de ensayo, probetas, vasos y botellas, además de la veintena de baldes para las goteras.
Retirando su mirada del pergamino impreso, la lúgubre figura se acercó a un cilindro de cristal lleno de quien sabe qué. En su interior, perfectamente iluminado por luces fluorescente en su base, estaba el aterrorizado Miguel Angel, que respiraba gracias a ese misterioso líquido.

_ Mi querida criatura. Mi criatura. Mi.

_ ¡Sácame de aquí, monje desquiciado! No sé qué le has puesto a esta agua que no me deja moverme. Pero mi lengua sí que puede ¡Y veras que poder tiene si no me liberas!

_ ¡Jo, jo, jo, jo, jo! Veo que la babolina de anguila no afecta tu habla. Minucias. Pronto serás parte de nuestra gran obra de arte ¡y el mundo al fin apreciará nuestro movimiento artístico!

_ ¿Cómo? ¿Eres un artista? Ahora entiendo porque vistes con una túnica tan extraña.

_ ¡¿Extraña?! ¡Miserable ciego que no ves el esplendor de nuestra corriente!

_ Claro: un montón de huellas de gato en color fucsia sobre un piloto amarillo patito. Hermoso.

_ ¡Ciego!

_ Mira que si lo sigo viendo puede que lo quede.

_ ¡Silencio! – y haciendo una seña de manos, toma un pincel con una mano y un bisturí con la otra. Antes de que pudiera hacer algo más, Miguel ya se había desvanecido al ver la herramienta médica.
_ ¡Jo, jo, jo, jo, jo! – ríe burlonamente el confiado secuestrador.


De camino al frente de batalla, Donatello comenzó a recabar información sobre los posibles enemigos a los que se enfrentarían. Al oír la descripción que le dio el amo de los canes, la tortuga iba poniéndose cada vez más nerviosa, ya sea por los extraños enemigos o por la histeria del ataque de risa que le producía la comicidad de estos.

_ ¿Te ríes de ellos? No sabes lo que te espera, “sapo”.

_ Je, je, je… ¡Ufh! Lo… lo siento, Ramen. Es que todo es tan imprevisible que mi mente lógica ha decantado en la más pura cacofonía disiociativa.

_ Eh… “claro”, “claro”.
Kashi rió divertido al ver la expresión del clonador.

_ Es cierto que nuestros adversarios son algo extravagantes, no lo niego. No obstante, han logrado lo imposible siendo tan solo tres miembros.

_ ¿Solo tres? Entonces ¿Cómo han podido presentar tal poder de resistencia contra la alianza ninja suprema?

_ Fanáticos.

_ ¿Fanáticos?

_ Así es. Gracias a la fama de los Acatsuki, un número enorme de seguidores se han unido a su par, y con las habilidades de su líder, estos han ganado capacidades de batalla. Su ejército supera los diez mil fans.

_ ¡¿Diez mil?! Espera, espera ¿y cuántos soldados constituyen la alianza ninja suprema?

_ Unos cien principales más dos mil extras, si no me equivoco.

_ ¡Diantres! ¿Qué tan buenos son esos cien?

_ Somos unos noventa y dos como yo, cinco jefes de aldea y dos bichoos.

_ ¿Y el restante que falta?

_ ¡Ah, se me olvidaba! Es un anticuado general armado con una katana, un par de granadas y una ametralladora Saw. Y un ejército de cien soldados con katanas y uzis.

_ ¡Oh! Me imagino que la balanza estará bastante equilibrada ¿no?

_ ¡Ja! Con Killer Ear y yo esta guerra es una sopa chupada.

_ Ramen.

_ Lo sé, lo sé Kashi. Esta guerra es para protegernos. Hay que confiar en los demás.

_ Así se habla.

_ ¡Pero no dejaré que Eskiba y su chihuahua me protejan!


Mientras tanto, el equipo de rescate se estaba acercando a la caverna dónde, según la información recabada por los espías de la aldea con los rostros tallados en la roca, estaba escondido Escorbuto. Luego de inspeccionar los alrededores, se animan a entrar.

_ Tengan mucho cuidado, tortugas.

_ No te preocupes, señorita. Estamos entrenados para detectar las trampas ninjas.

_ Pues no me refería a eso, Rafael.

_ ¿Y a que te referías entonces?

_ A la docena de serpientes fluorescentes que se nos vienen ahí encima – señala la kunoichi.


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