jueves, 24 de julio de 2014

Digimon Z / Introducción - Cap.1/ 5ta parte

Más y más información relevante (e irrelevante) se presentan el día de hoy en este informativo episodio. No se pierdan ningún dato, que luego se arrepentirán XD.

Escojan a su gusto el tamaño de la fuente para que sea más cómoda su lectura... ¡y a leer se ha dicho!

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El encuentro
Cap. 1 - 5ta parte

Cuerpo: 14 16 18

El resplandeciente cuerpo del helado digimon brillaba tanto como la mirada de Kenyo. La euforia lo había poseído por completo, tanto, que si no fuera porque todos los pasajeros, conductor y guarda atónitos allí presentes, hubiera sido reprendido por este último. Y el colectivo seguía su curso por la gran pendiente de la ruta nº12, a las afueras de Santo Pipo; erráticamente, para mal de los aterrorizados automovilistas.
Mysti sonreía complacida al ver la alegría del joven que abrazaba al sorprendido Cubymon, cuando sintió que algo tiraba de sus ropas.

_ Perdón, pero ¿no me vas a saludar? – le habla un verde limón con una expresión lastimera en su rostro.

_ ¡Hola! Tú debes ser mi digicompinche ¿no es así? ¿Cómo te llamas, hermosura cítrica? – le pregunta Dreide tiernamente.
El digimon, ahora muy feliz, le contesta todo orgulloso:

_ Yo soy el rey de los cítricos “Limon”, a tus ordenes mi bella mutamer.

_ ¿Mutamer? ¿No querrás decir tamer?
El sudoroso Cubymon, luego de desembarazarse del acalorado abrazo de Kenyo, le responde a la intrigada joven:

_ Sería lo correcto, sí fuéramos digimons normales. Pero luego de la aparición de Mon en el digimundo, todo cambio para mal.

_ Así es Cubymon. El gusano original del que hablas inició un programa malicioso que hizo que todo el sistema mutara, haciendo imposible que cualquier digimon lo pudiera atacar efectivamente.

_ ¡Tío! ¿Pero de donde sabes todo eso?

_ Ya me parecía conocido de alguna parte. Usted es el hijo no reconocido de aquel extraño anciano que aparecía en la primera saga.

_ Ahora te pregunto a ti Kenyo ¿de dónde sabes tú eso? – pregunta Mysti totalmente asombrada por la declaración del joven jardinéense.

_ Me atrapaste, sobrina. Pero, ejem… ¿no tendrías otro nombre para que esto no se haga redundante? – pregunta el anciano al sorprendido muchacho.
Este le sonríe y contesta:

_ Sí, pero no es que me agrade mucho que digamos. Puedes llamarme Faroy.
El rostro de Dried se desfigura aún más al escuchar ese nombre; pero luego se refleja un dejo de tristeza que la transporta a una retrospectiva. En él, se ve la figura de un hombre con los brazos extendidos a manera de barrera protectora, que era iluminada desde el frente por una enceguecedora luz. En el recuerdo, se oye la voz de él diciéndole a ella que no se preocupara por nada.
Entonces, su tío le dirige unas palabras que la hacen volver en sí.

_ ¿Dreide? ¿Te encuentras bien?

_ ¿Eh? Sí, sí. No te preocupes. Pero bueno ¿van a contestarme o no?

_ Perdóname. Sí, voy a hacerlo primero ya que estaba en el orden de tus dudas.
Todos abren bien los ojos para escuchar mejor. A saber porque hacen esto en vez de acercar más sus oídos, pero bueno.

_ Una cosa antes gente ¿A mí me parece o el camino por donde vamos está un poco más florido que de costumbre? – interrumpe Kenyo algo nervioso.
Al ver que estaban cruzando por un campo de flores que finalizaba en un brusco barranco, el conductor voló hacia su asiento e intento detener el vehículo. Pero este no respondía a ninguna de sus desesperadas maniobras. El final de nuestros héroes estaba solo a unos pocos metros de distancia.



Regresando a otro colectivo de la terminal de Posadas, donde Crisel había conocido a Turbine, el autor finalmente se decide por contestar a las siguientes cuestiones, que de seguro han dejado intrigados a los lectores. Y si no es así, igual voy a responderlas de todas maneras:


¿Y los pasajeros?
Si es que han seguido con detenimiento la historia, han de recordar que nunca se dijo que el ómnibus había partido de la terminal. Esto quiere decir que los tripulantes del mismo se bajaron apresuradamente de él, por lo que esta cuestión no tiene más relevancia por ahora.

¿El ómnibus se había detenido o seguía en movimiento?
Em…vayamos con la siguiente pregunta.

¿Y el conductor?
Tal como se dijo en la primera respuesta, huyo aterrorizado junto con los pasajeros para resguardarse y esperar a que todo acabara.

¿En qué lugar se encontraban ya?
Yo me pregunto ¿Por qué habré formulado esta pregunta?

¿Cómo es que las protagonistas de esta historia son mutamers profesionales?
Que solo dos lo sean, no quiere decir que el resto de las féminas lo sea. Sí no les satisface esta respuesta, pues remítanse al anime y verán como viene la cosa.

¿Cuántos mutamers más van a aparecer en la historia?
¿Realmente quieren que responda esto? No, no lo creo.
Diez (risa macabra).

¿Y porque todo sucede dentro de los ómnibuses?
“Casi” todo. Error mío, error mío. Pues, como verán, queriendo mantener la esencia de la historia, rememorando la cuarta saga y como en Misiones los trenes casi no existen, se determinó entonces que los buses serian el mejor reemplazo de estos. Si, así como suena. Ya sé, ya sé. Es algo un tanto simplón, pero fue una de las pocas ideas que se me ocurrieron para fusionar toda esta maraña de personajes con la historia. Pero bueno, que esto ya se convirtió en una auto-entrevista, mis lectores. Mejor sigamos con la historia.



Crisel se refregaba el rostro que todavía seguía enrojecido, mientras los dos digimons continuaban discutiendo y lanzándose esporádicos ataques, hasta
que Turbine hablo:

_ Perdóname, Crisel, pero creo que deberíamos partir de inmediato hacía la ciudad de Jardín América.

_ Tienes razón, aunque va a ser un poco difícil hallar a alguien que nos quiera llevar – dice el joven mientras detiene a Dustom antes de que este le lanzara una enorme roca a Brisamon.

_ Estos hombres de hoy – resopla desahuciada – Vamos, vente que te llevo en mi coche que está allí.
Crisel mira por la ventanilla y ve, atónito, un Viper rojo estacionado cerca del andén.

_ ¡¿Ese es tu auto?!

_ Que, ¿no te gusta? Discúlpame, pero la Testarrosa está en el taller mecánico.
Crisel vuelve a desmayarse, pero esta vez, el aliento de Brisamon no consigue despertarlo por mucho que lo intentase.
Una inmensa sonrisa se dibujaba en la cara del inconsciente posadeño.


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//Apéndice//

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